“Bueno, todos vamos a morir”, la frase de una senadora y otras extrañas defensas republicanas a los recortes de Trump
Análisis de Aaron Blake, CNN
Una de las razones por las que los políticos no suelen emprender reformas radicales de la economía estadounidense es la gran dificultad que supone defender una reforma radical. Por muy bueno que sea un plan, suele generar pérdidas e, incluso en el mejor de los casos, cierto dolor a corto plazo.
Ahora que el presidente Donald Trump ha lanzado múltiples reformas radicales, los republicanos prominentes han aprendido esa lección por las malas.
La senadora Joni Ernst, de Iowa, es la última en haber atravesado por la experiencia.
El viernes, durante una asamblea pública, Ernst fue presionada sobre los recortes a Medicaid (el programa de salud para estadounidenses de bajos ingresos) en el plan presupuestario de que los republicanos impulsaron en la Cámara de Representantes. Un miembro del público gritó: “¡La gente morirá!”.
Lo habitual en un político habría sido cuestionar esa premisa o, como otros republicanos han intentado hacer, presentar los recortes a Medicaid como una simple reducción del despilfarro y el abuso. (Esa no es la historia completa, por supuesto; la Oficina de Presupuesto del Congreso proyectó recientemente que los cambios de los republicanos de la Cámara de Representantes a Medicaid, incluyendo requisitos de trabajo para algunos beneficiarios, dejarían a 7,6 millones de estadounidenses sin seguro para 2034).
Pero Ernst decidió ir en otra dirección y dijo: “Bueno, todos vamos a morir”.
Cuando sectores hostiles de la multitud se resistieron a la respuesta, ella dijo: “¡Por Dios, amigos!”.
La senadora y su oficina argumentaron el viernes que los republicanos, de hecho, están intentando “fortalecer” Medicaid. Un portavoz declaró: “Solo hay dos certezas en la vida: la muerte y los impuestos, y ella está trabajando para aliviar la carga de ambos, luchando por que los residentes de Iowa consigan más dinero de los impuestos, ganados con tanto esfuerzo, en sus propios bolsillos y garantizando que sus beneficios estén protegidos del despilfarro, el fraude y el abuso”.
En sus comentarios, Ernst apunto contra sus críticos: “No quisieron escucharme cuando digo que nos vamos a centrar en los más vulnerables. A quienes cumplan con los requisitos de elegibilidad para Medicaid, los protegeremos”.
En contraste, citó una afirmación frecuentemente invocada del Partido Republicano: 1,4 millones de inmigrantes indocumentados reciben beneficios de Medicaid. Pero eso no es realmente lo que dice la estimación de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés), ni tampoco considera a los otros millones de personas que, según la CBO, perderían el seguro.
En otras palabras, por muy mala que fuera la respuesta de Ernst, es posible que simplemente no haya una buena respuesta ante las críticas por los recortes. Los republicanos necesitaban recortar el gasto para financiar las reducciones de impuestos de Trump, y es difícil recortar lo suficiente a menos que se recorten las prestaciones sociales. Eso plantea un campo minado político del que incluso algunos aliados de Trump, como Steve Bannon, han advertido al partido.
De hecho, los demócratas rápidamente destacaron a Ernst como el epítome de una republicana indiferente y destructora del Medicaid.
Pero Ernst no es la primera en meterse en este tipo de terreno. En repetidas ocasiones en las últimas semanas, republicanos prominentes a quienes se les ha pedido que rindan cuentas por las dificultades causadas por los audaces planes de Trump han tropezado con situaciones similares.
El propio Trump ha hablado varias veces sobre cómo los aumentos de precios generados por sus aranceles podrían significar que la gente compre menos muñecas para las niñas.
“Sabes, alguien dijo: ‘Oh, los estantes van a estar vacíos’”, dijo Trump. “Bueno, tal vez las niñas tengan dos muñecas en lugar de 30, y tal vez las dos muñecas cuesten un par de dólares más de lo normal”.
Durante la campaña electoral, Trump había afirmado que serían los países extranjeros los que pagarían el costo adicional de los aranceles, no los consumidores.
Ben Shapiro, fundador del periódico conservador Daily Wire, calificó los comentarios de Trump como “una tremenda propaganda para los demócratas” e instó a Trump a evitar un lenguaje que minimizara el impacto de la inflación.
En marzo, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, abordó los caóticos cambios implementados por el Gobierno al sistema de Seguridad Social, y afirmó que solo los “defraudadores” se quejarían de no recibir un cheque de la Seguridad Social. Señaló el ejemplo de su propia suegra. La administración ha implementado una serie de cambios, a veces vacilantes, en el sistema de Seguridad Social, incluyendo limitaciones de las solicitudes a las presenciales en lugar de por teléfono —algo que posteriormente revirtió— y recortar personal.
“Supongamos que la Seguridad Social no enviara sus cheques este mes. Mi suegra, de 94 años, no llamaría para quejarse”, dijo Lutnick. Añadió: “Simplemente no lo haría. Pensaría que algo salió mal y lo recibirá el mes que viene. Un estafador siempre hace el ruido más fuerte: grita, chilla y se queja”.
Es lógico suponer que la suegra de Lutnick no se quejaría, dado que su yerno es multimillonario. Pero según la Administración del Seguro Social, más de 1 de cada 10 personas mayores dependen del programa para al menos el 90 % de sus ingresos.
¿Será que alguna de estas meteduras de pata cambian el juego? No necesariamente. Pero sin duda sirven de base para que los demócratas argumenten que Trump está llevando a cabo una reforma económica bastante descuidada e insensible. Es el tipo de cosas sobre las que Bannon advierte a los republicanos respecto de los recortes a Medicaid. Simplemente no hay muchas maneras eficaces de defender que millones de personas pobres, según las proyecciones, perderán su seguro médico.
Y si la evidencia inicial sirve de pista, esto dará lugar a muchas defensas incómodas en el futuro.
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