Hay fumata blanca: el cónclave elige un nuevo papa
Por Rob Picheta, CNN
Una fumata blanca se elevó sobre la Capilla Sixtina, señal de que los cardenales eligieron a un nuevo papa en el segundo día del cónclave.
Su identidad, y el nombre que tomará como pontífice, serán revelados en breve.
Los cardenales tardaron dos días en elegir al nuevo sumo pontífice, lo que coincide con el calendario de las dos reuniones anteriores y sugiere que uno de los principales candidatos impresionó rápidamente a sus homólogos durante el hermético proceso.
Francisco y Benedicto XVI fueron revelados en la tarde del segundo día del cónclave, mientras que Juan Pablo II, el papa que más tiempo ha reinado en los tiempos modernos, fue elegido el tercer día, en 1978.
Entre los 133 cardenales cuyas voces resonaron en los pasillos de la Capilla Sixtina había progresistas, conservadores y autodenominados unificadores de 71 naciones diferentes, y el candidato elegido habrá navegado por esos campos contrastados hasta llegar al balcón de la Basílica de San Pedro, donde pronto saludará a sus fieles por primera vez.
La multitud espera impaciente en la Plaza de San Pedro, desesperada por ver al hombre cuya identidad está a punto de revelarse. El cardenal protodiácono francés Dominique Mamberti pronunciará en los próximos instantes, en latín, el histórico “¡Habemus Papam!” (“¡Tenemos papa!”).
A continuación se anunciará el nombre papal del elegido y el nuevo papa hablará brevemente y rezará una oración. Su proclamación oficial tendrá lugar en los días posteriores a su elección; los dos últimos papas fueron investidos en la Plaza de San Pedro.
Los próximos días serán de celebración; el nombre del pontífice se pronunciará en homilías y misas en todo el mundo católico, y provocará escenas de especial alegría en su país de origen. A las festividades y a los compromisos de la agenda del nuevo papa se suma el hecho de que 2025 es un año jubilar para la Iglesia, una celebración especial anunciada por el papa Juan Pablo II hace 25 años, que cuenta con un apretado calendario de actos organizados por el Vaticano.
Pero liderar la mayor confesión cristiana a través de una era impredecible requerirá decisiones difíciles y consecuentes. El nuevo papa hereda una Iglesia cuya imagen y ambiciones fueron transformadas por su predecesor; Francisco alejó las prioridades de la Iglesia de cuestiones sociales como el aborto, la homosexualidad, los roles de género y la anticoncepción, abogando en su lugar por los pobres, los desplazados y los necesitados del mundo, e inculcando una misión anclada en el altruismo.
Continuar o no esa trayectoria será una decisión determinante para el nuevo pontífice. El rechazo de Francisco a la opulencia y su tono más suave en cuestiones sociales fueron elogiados por algunos líderes occidentales, pero sigue habiendo una facción en la Iglesia que aboga por una línea más estricta en cuestiones de sexo, género, matrimonio y migración.
También debe elegir con cuidado cuándo intervenir en la escena mundial. Francisco se volvió cada vez más político en los últimos años de su papado, defendiendo los derechos de los inmigrantes, instando a un alto el fuego en la guerra entre Israel y Hamas, y sugiriendo –para enojo de Kyiv– que Ucrania debería ondear “la bandera blanca” y hacer concesiones para poner fin a la guerra de Rusia en el país.
Estos conflictos en curso, y el auge del populismo y el autoritarismo en todo el mundo, crean un contexto complicado en el que el nuevo papa –él mismo una figura importante de la diplomacia mundial– actuará.
Y también deberá hacer frente a crisis internas. El fracaso de Francisco a la hora de poner fin al escándalo de abusos sexuales a menores en la Iglesia, que lleva años abierto, también repercutirá en el papado de su sucesor. Aunque habló a la defensiva sobre su historial en la materia y tomó algunas medidas importantes para hacer frente a los problemas sistémicos relacionados con el abuso, el papa anterior fue acusado por grupos de sobrevivientes de no responsabilizar a los obispos y cardenales acusados de encubrir abusos.
El año pasado, la comisión de Francisco para la protección de la infancia señaló en su primer informe que algunas partes de la Iglesia siguen sin garantizar que los abusos se denuncien adecuadamente, y expresó su preocupación por la “falta de transparencia” en el tratamiento de los casos por parte del Vaticano.
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