Ábrego García afirma que huyó de la violencia de pandillas en El Salvador. Ahora es un foco de tensión política en EE.UU.
Por Michael Williams, Merlin Delcid, Priscilla Álvarez y Angélica Franganillo Díaz, CNN
En las semanas transcurridas desde la deportación por error de Kilmar Ábrego García a El Salvador, el Gobierno de EE.UU. y su familia han presentado versiones divergentes del hombre que se ha convertido en el rostro de la ofensiva migratoria del presidente Donald Trump.
En la descripción del Gobierno, Ábrego García es un pandillero —y ahora un terrorista— con un historial de violencia y asociaciones sospechosas, que “pertenece a la cárcel y fuera del territorio estadounidense”. El Gobierno también publicó documentos que demuestran que su esposa declaró a la Policía que él había sido violento con ella en múltiples ocasiones.
Pero ella y otros familiares también lo describieron como un hombre trabajador y un padre cariñoso que huyó de la violencia de pandillas en su adolescencia para comenzar una nueva vida en Estados Unidos y que se dedicó a mantener a su familia hasta su arresto, el 12 de marzo.
“Han pasado 50 días”, declaró Jennifer Vásquez Sura, esposa de Ábrego García, ante el público reunido en la Plaza Lafayette, de Washington, el jueves. “Cincuenta días de dolor y sufrimiento, 50 días de incertidumbre”. Exhortó a los Gobiernos de Estados Unidos y El Salvador a “dejar de jugar políticamente con la vida de mi esposo”.
Trump, por su parte, declaró a ABC News, en una entrevista la semana pasada, que Ábrego García era “miembro de la pandilla MS-13, un tipo duro, que había estado involucrado en muchos enfrentamientos, que le daba una paliza a su esposa, y que a ella le daba miedo siquiera hablar de él, ¿de acuerdo? Este no es un caballero inocente y maravilloso de Maryland”.
Al menos inicialmente, ambas partes coincidieron en que la deportación de Ábrego García a El Salvador —y su posterior encarcelamiento en la infame megaprisión de ese país— fue resultado de un error administrativo que lo elevó en una lista para aparecer en el manifiesto de vuelo. Un alto funcionario del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas) lo calificó de “error administrativo” en una declaración judicial. Sin embargo, otros funcionarios de la administración Trump han abandonado públicamente esa postura y lo han calificado de “terrorista”, ya que Estados Unidos ha designado a la MS-13 como organización terrorista.
La deportación de Ábrego García ha sido la base de una tensa batalla legal que ha incluido tensos enfrentamientos entre un juez federal de Maryland y el Departamento de Justicia, llegando finalmente a la Corte Suprema, que ha ordenado a la administración Trump que facilite su regreso.
“El Gobierno afirma que Ábrego García es un terrorista y miembro de la MS-13. Quizás, pero quizás no. En cualquier caso, aún tiene derecho al debido proceso”, escribió el Tribunal de Apelaciones del 4.º Circuito de EE.UU. en un fallo reciente sobre el caso.
Para ofrecer una visión más completa de la vida de Ábrego García, que no aparece en los documentos judiciales ni en las descripciones de sus abogados, CNN habló con más de una decena de personas que lo conocen, quienes informaron desde los barrios de El Salvador donde pasó sus años de formación trabajando para su madre y esquivando las amenazas de las pandillas, y desde los pueblos de los suburbios de Maryland donde finalmente se establecería y comenzaría a construir una vida en Estados Unidos.
El Salvador del que Ábrego García huyó siendo adolescente, en 2011, era diferente del país al que fue devuelto por la fuerza, en marzo.
Pasó aproximadamente un año antes de que la Iglesia católica ayudara a negociar una tregua entre las dos principales pandillas que operan en El Salvador —la MS-13 y Barrio 18— que trajo un alivio temporal a las crecientes tasas de homicidios del país, y una década antes de que una ofensiva contra las pandillas iniciada por el ahora presidente, Nayib Bukele, llenara las cárceles del país con miembros de ambas pandillas.
La madre de Ábrego García, Cecilia, regentaba una pupusería en su casa en Los Nogales, un barrio de clase media, donde Kilmar nació en 1995. Ábrego García trabajaba en el negocio familiar junto con su padre, su hermano y sus dos hermanas, según una orden judicial de 2019 del juez de inmigración que supervisaba su caso. El trabajo de Ábrego García consistía en comprar los suministros necesarios para hacer las pupusas, un popular pan salvadoreño plano relleno, y en realizar rutas de reparto unos cuatro días a la semana.
Francisco Sibrian, amigo de Ábrego García de Los Nogales, declaró a CNN por correo electrónico que Ábrego García era un niño típico: jugaba al fútbol, montaba en bicicleta y participaba en guerras de globos de agua con sus amigos.
Ábrego García era “siempre quien reunía al grupo en el barrio para jugar al fútbol”, recordó Sibrian.
“Lo conocía desde que éramos niños”, escribió Sibrian. “No sé la edad exacta, pero dejé de verlo como a los 15 o 16 años cuando se fue del país”.
“Que yo lo conociera aquí, nunca estuvo involucrado con pandillas”, añadió.
Otras dos personas del barrio que hablaron con CNN, pero que se negaron a dar sus nombres, describieron a Ábrego García como un chico revoltoso que a veces se metía en peleas en su adolescencia.
En algún momento, según la orden del juez de inmigración de 2019 que describió el relato general de Ábrego García sobre sus primeros años de vida, miembros de Barrio 18 se enteraron del negocio familiar y comenzaron a extorsionar a su madre. Las visitas mensuales de la pandilla para exigir el pago de la renta a la familia de Ábrego García se convirtieron en semanales, y la pandilla amenazó con hacerle daño a Ábrego García, a su hermano mayor, César, y a otros miembros de la familia si no pagaban.
Después de que la familia enviara a César a Estados Unidos debido a las amenazas de muerte de la pandilla, miembros de Barrio 18 comenzaron a intentar reclutar a Ábrego García, según la orden del juez de inmigración, que describió a pandilleros armados que lo vigilaban al ir y volver de la escuela.
Después de un caso en el que la pandilla amenazó con secuestrar a Ábrego García, su padre, un expolicía, les pagó y la familia se mudó al barrio 10 de Octubre, a unos 10 minutos en coche, según la orden del juez.
Carmen Solís, dueña de una pequeña tienda en 10 de Octubre, describió a CNN cómo había sido extorsionada por pandilleros del barrio, donde murales y cal ahora cubren grafitis antiguos.
Solís dijo que un pandillero visitaba su tienda aproximadamente cada semana para cobrarle una cuota por operarla. Tenía que pagar unos US$ 100 al mes como protección.
“Si no pagabas, amenazaban con matar a un familiar o incluso a ti mismo”, recordó Solís. “Si tenías hijos adolescentes, era peor porque querían que se unieran a la pandilla. Hubo meses en que pedían una cuota extra porque alguien había sido asesinado y tenían que enterrarlo, o si estaba en prisión, para pagar un abogado”.
Los pandilleros encontraron a la familia de Ábrego García en 10 de Octubre y nuevamente comenzaron a exigirle dinero e intentar reclutar al adolescente: visitaron su casa dos veces, amenazaron con violar y matar a sus dos hermanas y amenazaron al propio Kilmar Ábrego García, según la orden del juez.
La familia temía tanto por la seguridad de Ábrego García que optaron por mantenerlo en casa tanto como fuera posible, según la orden. La familia cerró su tienda y se mudó, una vez más, a otro barrio, pero las amenazas no cesaron.
Después de unos cuatro meses de esta situación, la familia decidió enviar a Kilmar Ábrego García a Estados Unidos, donde entró ilegalmente alrededor de marzo de 2012, y allí finalmente se topó con un problema de pandillas de otro tipo.
El panorama de la vida de Ábrego García desde su llegada a Estados Unidos, en 2012, a los 16 años hasta su primer encuentro con la Policía, en 2019, es menos claro. Lo que se sabe es que se estableció en los suburbios de Maryland, inició una relación con su actual esposa y comenzó a trabajar como jornalero buscando trabajo fuera de varias tiendas Home Depot.
Su arresto, en 2019, frente a un Home Depot de Hyattsville constituye la base de gran parte del argumento del Gobierno de que Ábrego García es miembro de una pandilla, basándose en un documento policial del Condado de Prince George, elaborado a partir de un informante confidencial y en observaciones de las autoridades locales.
Ábrego García y otros tres hombres se encontraban frente al Home Depot cuando un agente de Policía se les acercó. Vio a dos de ellos (no está claro si Ábrego García era uno de ellos) sacar algo de sus pantalones. Posteriormente, el agente encontró dos botellas de plástico con marihuana cerca, según escribió en la hoja de entrevista de campo sobre pandillas.
Ábrego García fue arrestado y entregado a las autoridades de inmigración. Su esposa, Vásquez Sura, describió lo que sucedió después:
“Contraté a un abogado para que lo liberaran bajo fianza. Asistí a su audiencia de fianza y me sorprendió que el Gobierno dijera que debía permanecer detenido porque Kilmar es miembro de la pandilla MS-13. Kilmar no es ni ha sido nunca miembro de una pandilla. Estoy segura de eso. Debido a estas falsas acusaciones, se le negó la fianza”, escribió en una declaración jurada ante el tribunal en marzo, donde describía los encuentros previos de Ábrego García con un juez de inmigración e impugnaba su deportación.
Por lo general, los jueces de inmigración pueden basarse en las pruebas presentadas por el ICE y las autoridades, dejando que la persona —en este caso, Ábrego García— refute las acusaciones, en lugar de que las autoridades las prueben. El juez de inmigración en el caso de Ábrego García también hizo referencia a sus infracciones de tránsito.
Si bien el juez de inmigración no llegó a una conclusión definitiva sobre si Ábrego García era miembro de la MS-13, las pruebas fueron suficientes para denegarle su liberación del centro de detención del ICE.
Ábrego García permaneció detenido por el ICE, mientras se procesaba su inmigración. Tuvo una audiencia en agosto y septiembre de 2019. Expuso ante un juez su temor a un posible regreso a El Salvador, mientras que el Gobierno argumentaba que era pandillero.
Meses después de su arresto —Ábrego García se casó y fue padre mientras estaba detenido— el juez de inmigración David Jones falló a su favor y prohibió su deportación a su país de origen.
“Su testimonio fue coherente internamente y externamente con su solicitud de asilo y otros documentos, y no pareció estar exagerado”, declaró Jones en su fallo, refiriéndose al relato de Ábrego García sobre su temor a ser perseguido en El Salvador. Posteriormente, añadió: “El tribunal considera creíble al demandado”.
En sus continuos esfuerzos por demostrar la pertenencia de Ábrego García a una pandilla, el Gobierno sigue señalando una gorra de los Chicago Bulls que usó durante su arresto en 2019 y tatuajes de símbolos como una cruz y una calavera en sus dedos.
El propio Trump ha promocionado repetidamente una foto que muestra esos símbolos y lo que parecen ser anotaciones digitales con la palabra “MS13” en los nudillos de Ábrego García. Expertos en pandillas que han estudiado la MS-13 han declarado a CNN que los símbolos reales en sus dedos no son indicadores reconocidos de pertenencia a la pandilla.
El Gobierno lo ha descrito además como traficante de personas porque fue detenido durante un viaje de Texas a Maryland con varias personas en el auto y sin equipaje. Ábrego García no fue arrestado, y su esposa afirmó que transportaba frecuentemente a otros trabajadores entre lugares de trabajo.
El Gobierno también ha tomado la inusual medida de publicar dos solicitudes de órdenes de protección que Vásquez Sura presentó al principio del matrimonio de la pareja, lo que refleja que ella le dijo a la Policía que su esposo se volvió violento con ella durante las discusiones en múltiples ocasiones. Vásquez Sura ha afirmado que ella y Ábrego García resolvieron esos problemas y que estos no justifican su deportación a El Salvador.
Ábrego García, junto con su esposa y sus tres hijos, dos de ellos de una relación anterior, vivió un tiempo en Temple Hills antes de mudarse a Beltsville.
Afuera de la casa de Ábrego García en Beltsville, los juguetes de los niños están dispersos frente al jardín. Un vecino le dijo a CNN que recordaba haber visto a Ábrego García afuera con sus hijos y se burlaba de la idea de que perteneciera a una pandilla. La dueña de un supermercado latino cercano dijo que a menudo veía a Ábrego García comprando con sus hijos y que parecía un padre dedicado.
Ábrego García era un trabajador de chapa metálica sindicalizado. Trabajaba en el hospital de la Universidad de Maryland, en el centro de Baltimore, el trabajo del que regresaba cuando los agentes de inmigración lo detuvieron en marzo.
Michael Coleman, presidente del sindicato que agrupa a los trabajadores de chapa metálica, dijo que si bien nunca tuvo contacto directo con Ábrego García, otros que sí lo tuvieron le dijeron que se llevaba bien con la gente, amaba a su familia y se presentaba constantemente al trabajo.
Muchos trabajadores reunidos en una colina frente al Home Depot de Hyattsville, escenario del arresto de Ábrego García, en 2019, declararon recientemente a CNN que lo habían reconocido en las noticias, pero que no recordaban haber trabajado con él.
Un hombre, que se identificó como Manuel, dijo haber reconocido a Ábrego García por una foto, pero que no sabía de su deportación hasta que CNN se lo contó. Comentó que se había encontrado con Ábrego García, a quien describió como un “buen tipo” y “muy trabajador”, frente a otro Home Depot.
Miles de kilómetros al sur, Ábrego García se encuentra ahora en una prisión distinta a la que fue llevado originalmente. Tras la intervención del senador demócrata por Maryland, Chris Van Hollen, el Gobierno salvadoreño permitió que Ábrego García se reuniera con el senador cuando el congresista viajó a El Salvador, el mes pasado, para exigir la liberación de su elector.
Van Hollen afirmó que Ábrego García describió haber quedado “traumatizado” en la infame prisión Cecot, donde estuvo originalmente recluido. El senador afirmó que Ábrego García fue trasladado de la prisión de máxima seguridad a otra instalación, donde “las condiciones son mejores”.
Aun así, su contacto con el mundo exterior sigue siendo limitado, y no está claro cuánto se le está filtrando a Ábrego García sobre el debate político que se está desatando en torno a su caso.
“Kilmar”, dijo Vásquez Sura en el mitin del jueves, “si puedes oírme, te amo y mantén tu fe en Dios. Quiero que sepas que los niños y yo seguimos luchando para que regreses a casa”.
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